Estás sentado en la sala de tu casa. Desesperado. Aburrido. No tienes luz. Acabas de tapiar tus ventanas y las puertas con madera. Resistirán. Oyes los sonidos del exterior. Quejidos, gemidos. No saben que estás ahí. Necesitas abastecerte. Ya tienes provisiones, pero necesitas armas para sobrevivir.
En el momento en que viste ese producto de “belleza” en ese catalogo de Vona te diste cuenta que esto sucedería. No dudaste.
En el momento en que viste ese producto de “belleza” en ese catalogo de Vona te diste cuenta que esto sucedería. No dudaste.
Toda la vida te has estado preparando para esto. Tus conocimientos vienen de cada uno de los videojuegos, material gráfico, comics, películas. Conoces sus debilidades. Ser hijo de un militar, obsesionado con el combate mano a mano, que además te obligo a estudiar todas las artes marciales conocidas, ayuda a estar preparado para esté momento. Sin embargo el combate a mano no será suficiente. Entras a su despacho. Buscas entre los libros. Mueves uno sobre técnicas de combate, la pared se mueve y te da acceso a un arsenal. Tomas un par de armas cortas, una escopeta y una metralleta. Buscas municiones y granadas. Llenas una bolsa con ellas. Te cuelgas las armas largas, una en cada hombro. Consigues un cinturón para las cortas y te lo pones.
Regresas a la sala. Tomas la mochila de las provisiones y vas a tu cochera. Te decides por la combi que te regalaron tus padres. Abres la puerta lateral y arrojas tus provisiones, tus municiones y una bolsa que has llenado con ropa, no las ves necesarias, pero es bueno cambiar de atuendo. Te quedas parado viendo tu cochera y vuelves a tu casa.
Te aseguras que está bien cerrada. No fue el mejor lugar del mundo, pero es tu hogar, lo extrañaras. Abres la cochera manualmente y entras en la combi. La nostalgia se apodera de ti. Sales a toda velocidad atropellando a unos cuantos. No hay problema. Están muertos. Los zombis atacan.
Fiyero Fuera
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